¿Sabes todos los recursos que son necesarios para que te puedas tomar dos tazas diarias de la bebida más popular del mundo?
Aquí tienes la respuesta:
El café es la bebida más popular del mundo. Cada año se consumen 400.000 millones de tazas que proceden de 100 millones de sacos de yute de un quintal, equivalente a 45,5 kilos cada uno. Dan trabajo a 25 millones de personas.
La cafeína es un alcaloide presente en el café, el té, el cacao, el mate y otros vegetales que, en dosis moderadas, es un estimulante cardiaco y del sistema nervioso. Agudiza la percepción, estimula la memoria y reduce la sensación de cansancio.
Una taza de café contiene únicamente dos calorías, un cortado, 10 calorías (con 10 gramos de leche de vaca). Y con una cucharadita de azúcar alcanza las 20 calorías. Lo que se desconoce es la energía volcada en su cultivo, secado, descascarillado, tueste, molienda y envasado, el número de calorías necesarias para hacer posible su llegada a Europa, una mochila ecológica desconsiderada.
Para hacer una taza de café se recolectan, a mano, 100 gramos de bayas del cafeto, el árbol del café. Un informe del Worldwatch Institute destaca los costes ocultos de una taza de café desde su cultivo hasta su degustación en Europa.
Tras cinco años la madurez
Para el consumo medio anual, que es de dos tazas diarias, son necesarias las bayas de 18 árboles. El cafeto alcanza a los cinco años el pleno rendimiento.
Después, continúa con ritmos crecientes durante unos 6 ó 7 años y la vida económica del árbol supera los veinte años. Su altura natural de hasta 8 metros de altura se limita a 1,5 metros para facilitar su recolección manual.
El cafetal, sin embargo, es un cultivo muy adaptado que se cultiva "bajo sombra", bajo una protección mixta de árboles autóctonos y frutales.
La producción mundial de café es de seis millones y medio de toneladas, dos terceras partes cultivadas en Brasil, Colombia, México y América Central, el 22% en países africanos y el 10% restante en los países tropicales asiáticos.
Unos cien millones de personas viven del café, cuyos ingresos son decisivos para una treintena de países del Tercer Mundo que viven de su exportación.
Al tratarse de un producto no perecedero, de fácil cultivo y abundante, facilita las fluctuaciones del mercado que tienden a reventar su precio a la baja.
El cultivo industrial del café usa grandes dosis de plaguicidas cuyos principios activos proceden de la cuenca del Rhin, cuyos efectos pueden detectarse tanto en éste como en los ríos colombianos.
Una taza mueve un mundo
Una vez recolectadas las bayas, la semilla se traslada como café verde, crudo y clasificado por tamaños y calidades sin los valores añadidos de su elaboración y envasado en los países de origen. Europa recibe un 33% y Estados Unidos, otro 30% del fruto.
El buque que los transporta al puerto de Valencia o Barcelona está construido en Japón con acero de Corea que procede de las minas de hierro de Papúa Nueva Guinea.
Los granos de café se tuestan en su destino a 400 grados durante 13 minutos. Las emisiones derivadas de la energía consumida en el proceso de tueste y del propio transporte, el llamado kilometraje alimentario, no figura en los paquetes torrefacto ni en las presentaciones solubles o instantáneas, más transformadas si cabe.
Los paquetes de 250 gramos de café tienen cuatro capas de aluminio, poliéster, nylon y polietileno o papel. Las tres capas de plásticos proceden de las factorías de los polígonos industriales de Tarragona con crudo procedente de Medio Oriente y embarcado en Arabia Saudita.
Café y petróleo
De hecho, café y petróleo constituyen los negros ingredientes básicos a los que cabe añadir el aluminio procedente de la costa noroeste de Estados Unidos, a partir de la bauxita obtenida en las minas de Australia y transportada a través del Pacífico en un buque propulsado por combustible procedente de Indonesia.
La planta de aluminio ha sido alimentada por una central hidroeléctrica del río Columbia que destruyó la pesca del salmón, por parte de las comunidades tribales de Estados Unidos, de la misma manera que la minería de la bauxita afecta a las tierras de los aborígenes australianos.
Los paquetes de café tostado y molido se transportan con camiones propulsados con gasolina refinada también en Tarragona a un centro de distribución de una cadena de supermercados.
Transnacionales
El café de un inocente paquete comprado en la estantería de una gran superficie necesita el acompañamiento de un enorme abanico de materiales, procesos y viajes por los cinco continentes, un elevado consumo de recursos energéticos y el impacto ambiental de la minería, la extracción de petróleo, el uso de plaguicidas, actividades aparentemente ajenas al aroma de un buen café natural.
El café es la materia prima que más dinero mueve en el mundo después del petróleo y el acero, si no consideramos actividades ilegales como el narcotráfico y el comercio de armas o de animales.
El comercio del café es el negocio de grandes empresas que controlan todo el proceso de producción y transformación. En España, el mercado del café está repartido entre tres marcas que concentran el 65% de las ventas. Marcilla, de Sara Lee (26%), Bonka, de Nestlé (23%), y Saimaza, de Kraft/Philip Morris (19%).
Nescafé es la tercera marca comercial mundial después de Coca cola y Marlboro con una facturación que supera 1,4 billones de dólares anuales.
Entre 1986 y 1993 el precio cayó un 70%. En cambio, en 1994 dobló el precio del año anterior para volver a caer.
La especulación de la bolsa de Nueva York comporta que, de cada euro que paga el consumidor, 13 céntimos queden en los países productores y que las ganancias del cultivador puede llegar a ser entre 3 y 4 céntimos de euro.
(Fuente: Jordi Bigues/diarioadn.com)