Aquí, pedir un café con leche es tan sencillo como conjugar dos gestos: el de remover una taza con la cuchara y, después, hacer como que estás ordeñando. ¿Y si quieres un café cortado?. Más fácil aún: el mismo gesto de remover la taza y, rápidamente, hacer como que cortas algo con una tijera. Pero tranquilos, todos los cafés, los refrescos, las ensaladas, los platos principales, los postres y los combinados de la carta están numerados.
Nos encontramos en el «Café de los Signos». Y ya lo dice su publicidad: «Es el primer café-teatro y restaurante de España con personal exclusivamente sordo, para personas sordas y oyentes». Han abierto hace un mes y tienen un gran éxito de clientela, especialmente joven, porque el establecimiento «engancha». No sólo por sus peculiaridades, sino también por su decorado, su disposición, sus luces, su escenario ... y sus «jefes», que han decidido poner mucho entusiasmo y toda la carne en el asador para que esto funcione.
«La idea, de mi padre»
«Somos pioneros en Madrid y en España. Que yo sepa, sólo hay algo parecido en París», nos decía ayer Felipe Louro, un uruguayo de ascendencia gallega que derrocha optimismo con su nuevo negocio. Él, experto en hostelería, confiesa que no tenía ni idea de lo que era el mundo de los sordos pero que la idea le gustó y no dudó en ponerla en marcha.
«En realidad -añade-, el «padre» de la criatura ha sido mi propio padre. De él surgió la idea y yo la he puesto en marcha. Estamos contentos con este primer mes de andadura. Se nos está quedando pequeño. Me gustaría abrir uno en la zona norte de Madrid, la plaza de Castilla, por ejemplo. Y, también, otro en Barcelona. No descarto las franquicias».
Desde la calle -en el número 75 del paseo de Santa María de la Cabeza-, el local parece una cafetería-restaurante al uso. Tiene sus pizarras, en la puerta, con las ofertas y el menú del día. Todo normal. Hasta que se accede al interior.
Escenario y platea
Lo primero, a la derecha, es un espacio con varias mesas que bien podrían ocupar personas con discapacidad física. A continuación, hay que bajar varios peldaños que conducen al salón principal con una hilera de mesas bien dispuestas. De frente, la barra. A la izquierda, el escenario. Al fondo, más escaleras para acceder a la segunda planta, desde donde también se puede ver el espectáculo que interpretan abajo.
Lo importante, aquí, es el personal. Todos son sordos. Camareros, cocina, encargados... Quince en total. No es casualidad. Está hecho adrede «porque el colectivo de sordos agradece mucho contar con un local como este. Se encuentran, y quedan, sordos con sordos pero también oyentes. Todos son clientes y todos se tratan con muy buen rollo, con mucha naturalidad», explica Louro.
Los intérpretes
¿Y cómo se llama al camarero? A voces, inútil. Agitando los brazos podría ser una alternativa, pero en el «Café de los Signos» está todo previsto y controlado. El personal de barra y de sala siempre está pendiente del cliente que entra. No quitan los ojos de la puerta. Esperan a que se siente y a que elijan. Lo demás es sencillísimo: sólo tienen que estar atentos a que el cliente apriete el botón que hay en el extremo de cada mesa porque se encenderá una lucecita, señal de que está listo para hacer su pedido.
«Cuando el cliente es una persona sorda no hay problema. Para los oyentes que no conocen el lenguaje de los signos siempre hay una o dos personas en el local que hacen de intérpretes», explica Louro. De todas formas, la carta está muy clara y, de esa forma, sólo hay que señalar el 3 para pedir una ensalada alemana, un 6 para la de arroz con vinagreta, un 52 para el café capuchino o el 36 para el pastel de cabracho.Los precios, por ciento, bastante asequibles.
Teatro, magia y humor
El «Café de los Signos» abre de ocho y media de la mañana a 12 de la noche; los fines de semana, de diez de la mañana a dos y media de la madrugada. La intención de sus dueños es que haya cuatro o cinco espectáculos a la semana. Teatro, magia, humor... Se trabaja en dos lenguajes, el oral y el de los signos, «para que todos entiendan y disfruten del momento», dice Felipe Louro. Siempre veremos a dos personas en el escenario. No serán necesarias en un espectáculo de mímica, que también se han programado.
«Merece la pena»
El local ofrece, además, cuenta cuentos (lengua de signos y oral). Muchos domingos por la mañana presentan un «show» para niños. La entrada es gratis. Hay juegos de mesa, libros y cortos subtitulados.
Ania Krug, otra de las inventoras de este local, asegura que empezaron con «más miedo que vergüenza porque era un reto muy grande. Ahora, parece que la idea funciona. Trabajamos mucho. Nos dejamos aquí la piel, pero merece la pena. En Madrid hay entre 160.000 y 200.000 personas sordas y este café está especialmente pensado para ellos. Hemos empezado sin ayudas oficiales ni subvenciones. Hemos pedido ayudas a entidades bancarias ... Nada. Nos vendría muy bien un empujoncito», añade Ania.
Tanto Felipe como Ania tienen en mente comprar una especie de vibradores para hacer más fácil el trabajo a los camareros ya que, a base de esas vibraciones, se podrían pedir las comandas a la cocina.
El ambiente es muy bueno entre el personal. Todos los empleados, como queda dicho, son sordos. Rubén tiene 35 años y ha trabajado, con anterioridad, en una fábrica de coches de Barcelona. Aquí, en el «Café de los Signos», está encantado. Es sordo de nacimiento. No oye nada, por eso procura no dar la espalda a ningún cliente cuando está en la barra.
El cliente despistado
A Rubén le ocurrió que, estando de espaldas, un señor, que no sabía muy bien dónde había entrado, le espetó: «Oiga. ¿es que está sordo?». El camarero pasó tanto bochorno que jura y perjura que no le volverá a ocurrir algo así.